Hace muuuuuuuuuuuchos años, antes de que existiesen los países, antes de que existiesen las armas de fuego, antes de que existiesen los imperios había dos poblados de hombres en la montaña. En aquella época en el cielo solo había cuatro cosas: los pájaros, las nubes, el sol y la luna. En uno de los poblados, el que estaba al sur de las grandes montañas, vivía una chica muuuy guapa, tenia el pelo negro y largo, y unos ojos grandes y muy bonitos.
Sus padres, jefes del poblado, la llamaron Beika, que significa diamante negro. Era pretendida por todos los mozos del poblado y por los hijos de los jefes de los poblados vecinos, pero ninguno era del gusto de la niña.
El padre tenia mucho interés en casarla con el hijo de un poblado que estaba en el llano, para así ampliar sus tierras, pero Beika no quería juntarse con el...
Una mañana de verano Beika salió a andar con un lobo que le había regalado su padre cuando era pequeña y el lobo un cachorrillo, le llamaba Tizo, que significa salvaje.
Iban caminando por el valle cuando vio arriba a lo lejos en un collado algo que brillaba.
Muchas historias había oído Beika sobre ese collado que daba a la parte norte de las montañas, historias sobre gentes que se dedican a cazar, guerreros sanguinarios que se comen el corazón de sus victimas y entrenan bestias para atacar. Beika se volvió al pueblo, pero le quedo la curiosidad de ver qué había en ese collado
A partir de ese día se puso a diseñar un plan para subir, pregunto a varios ancianos si había una ruta, le comentaron que antiguamente hubo una guerra con los pueblos del norte y los hombres del sur mandaron tropas por ese collado y para ello hicieron un camino que subía serpenteando por el este desde el final del valle.
Beika preparó una bolsa con comida y una tripa de cordero llena de leche para el camino. Antes del amanecer emprendió la marcha. El sol le alcanzo al llegar al final del valle, justo a tiempo para ver el comienzo del sendero. En los primeros metros tenia bastantes zarzas y matas, síntoma de que nadie había usado ese camino en muchos años pero conforme subía en altura iba pasando a ser una senda entre árboles primero y entre flores y hierba después.
La pendiente se iba haciendo más empinada, y cuando Beika iba a pararse por el cansancio miró al collado, mucho más cerca ahora, y vio que no solo había un brillo, si no muchos y la curiosidad hizo que echase a correr. Al poco tiempo casi sin respiración llego al collado y vio lo que había provocado el brillo allí había colocados unos grandes palos con hilos entre si y en los hilos cientos de cristales haciendo como una puerta de entrada al norte. Desde allí miro al sur se veía el largo valle en el que estaba su pueblo y los valles de alrededor y al fondo se veía el llano con sus interminables tierras. Se giro hacia el norte y vio una tierra como cortada a hachazos, valles profundos, paredes casi verticales del todo, picos puntiagudos, cataratas que caían desde los macizos. Mientras miraba todo aquel espectáculo de repente sintió que algo de un frío metálico le tocaba la espalda...
- ¡Alto! ¿que lleva hacia la tierra del norte a una campesina del sur?
dijo una voz masculina pero suave.
- El brillo de estos cristales despertó mi curiosidad, guardián del norte, ninguna otra es la razón por la que aquí subí.
- ¿Seguro que esa es la única razón?
- Si, se lo juro, por lo que mas quiera, pero no me haga nada señor guardián - dijo Beika casi llorando.
- Tranquila niña, no soy un guardián, ni tan siquiera un soldado, y la peligrosa arma con la que te apunto es la empuñadura de mi bastón de pastor.
Entonces Beika se giró, vio a un joven con un bastón y una gran sonrisa y con el mismo movimiento del giro le soltó un mamporro con la tripa en la que llevaba la leche tirando al joven al suelo del golpe
-Vaya, el que tenia que haber dicho que no le hiciesen daño era yo...
-¿Te parecerá bonito ir asustando a la gente que pasea tranquilamente por la montaña? aun te merecías otro golpe más
- Perdone usted, pero debemos de preguntar a cualquier extraño, cuentan las historias de que en el sur hay sangrientos guerreros que se comen los corazones de sus victimas y amaestran bestias para que ataquen...
- Y a mi que esa historia me suena de algo... Pues no, ya ves, en el sur lo que hay son campesinas inofensivas
- ¿Inofensivas? con diez mas como tu montaba un ejercito que conquistaba todo el Kalabur (Kalabur significa campos verdes, así se conoce a las tierras que llegan desde el gran desierto del sur al mar del norte).
- Bueno, y además de chistes malos que hace un pastor sin rebaño en este collado apartado del mundo.
- Desde luego no esperar "golpes" del destino así, resulta que he llegado a la mayoría de edad, he de pasar aquí un mes en ayuno para demostrar que soy un hombre, y los cristales se supone que me darán fuerzas para seguir adelante.
- ¿Y te vas a estar en ayuno?
- Si, claro... es como aun no se ha inventado la palabra inanición pues no hay problema... que va... para demostrar que eres hombre entre otras cosas hay que ser listo, me fui subiendo comida a escondidas y la tengo guardada aquí cerca, espero que me llegue para todo el mes...
- ¿Y los cristales funcionan?
- De momento funcionan para atraer campesinas del sur, para otra cosa pues... no... bueno, por las noches los rayos de la luna se reflejan en ellos y parece que están fijos en el cielo, la verdad es muy bonito verlo...
- Ya me gustaría poder verlo una noche, pero si mi padre se entera de que he subido aquí buenoooo, no me lo quiero imaginar, y menos que he hablado con un "bárbaro" del norte...
- Pues la verdad es que me alegra haber podido hablar con alguien que no sea el señor granito. - Y señaló una piedra en la que había tallado unos ojos y una boca.
- Bueno, ya que te he dado ese golpe te daré algo a cambio, he traído un montón de comida para el viaje, pero no voy a usar prácticamente nada, y la leche te la puedes quedar toda, beberé agua del río.
- Muchísimas gracias, ya veré como puedo recompensarte por todo esto. ¡Ah!, ya sé.
Y se subió a uno de los palos y cogió uno de los cristales.
- Toma, para ti, así no tendrás que estar subiendo a sitios tan peligrosos por su brillo.
- Muchas gracias, aunque a partir de ahora igual me atraen más otras cosas que pueden haber en estos sitios…
Y con una mirada pilla empezó a bajar pos el sendero lentamente.
- ¡Hey! ¡Campesina! ¿Y como te llamas?
- ¡Yo Beika!
- ¡Yo me llamo Tilko! ¡Hasta pronto Beika!
Y los dos jóvenes se despidieron.
Beika fue todo el camino pensando en Tilko, sus cabellos negros desaliñados, sus ropas que parecían las de un nómada cazador, con un pantalón ancho y una cazadora también ancha con capucha, y una mirada que pese al tono sarcástico que usaba al hablar dejaba ver que no había una mota de maldad en él.
Cuando llegó a casa su padre le regañó por haberse ido casi todo el día fuera del poblado sin avisar, aunque estaban acostumbrados ya a las excursiones de Beika. Al día siguiente fue corriendo al artesano del pueblo para que le hiciese un collar con el cristal que Tilko le había regalado. Desde aquel momento nunca se lo quitó.
A los pocos días volvió a pensar un plan para ir otra vez al collado. Esta vez le dijo a sus padres que había visto una manada de sarrios al final del bosque y que le hacía ilusión ir a velos. Sabía que no iban a ponerle impedimentos, así que volvió a preparar una tripa con leche y aun más comida que la vez anterior. Se hizo corriendo todo el camino, parando sólo a tomar un poco de aire de vez en cuando, y cuando llegó al collado vio a Tilko subido a la pata coja sobre una piedra.
- ¡Hola Tilko! ¿eso es un ritual de tu pueblo?
- No mi querida Beika, es que me aburría, pero me da que cosas de éstas algún día se pondrán de moda…
- Mira, te he traído más leche y comida, para que no pases hambre aquí arriba.
- Muchas gracias, no tenías por qué haberlo hecho, aquí sólo tengo que aguantar, a este paso habré engordado cuando vuelva a casa…
- Pues entonces permitirás que coma contigo ¿no? Les he dicho una mentirijilla a mis padres y podré estar bastante rato…
- Pues tu misma, yo encantado estaré de tener compañía, sobre todo si es tan buena. – Le dijo guiñándole un ojo.
- Venga tontorrón, eso se lo dirás a todas.
- Sí, a todas que han subido aquí se lo he dicho.
Y siguieron hablando durante mucho rato, se contaron cosas de su vida, costumbres de sus pueblos, las aficiones que tenían… y a cada momento iba creciendo un sentimiento en su interior.
- Beika…
- Dime.
- ¿Me lo parece o estás hoy más guapa?
- Lo que me parece a mi que tu eres un pelotero.
- No, hoy parece que vas distinta… algo te has hecho.
- Bueno, es que el otro día iba de aventura, a ver que me encontraba, y hoy pues ya te he venido a ver y no es plan de ir hecha unos zorros…
- Pues la próxima vez me avisas que me pongo más guapo, no se cómo pero lo intentare… o le sacare brillo a los cristales, jaja.
- ¿Siempre estás haciendo bromas?
- No, sólo para no cortarme cuando hablo con una chica que me gusta…
En ese momento fue Beika la que se puso como un tomate, y tras un momento de no saber que decir y unos balbuceos consiguió hablar.
- Uy, se me esta haciendo muy tarde… es que el tiempo contigo se pasa volando, bueno, espero verte otro día. ¡Hasta otra!
Y se fue corriendo por el sendero a toda prisa.
- Joe, a que ya he vuelto a meter la pata, si es que soy un bocas…
Y se tumbó mirando a los cristales.
Cuando Beika llegó a su poblado estaba su padre esperándola.
-Beika, nos tenías preocupados, mandé un mensajero al final del bosque a llamarte porque ha estado aquí el hijo del jefe del poblado más poderoso del llano y quería que le vieses y no te ha encontrado. Al final se ha ido sin verte y le he tenido que pedir disculpas. ¿Se puede saber donde te habías metido?
- Verás papa… es que vi un cervatillo y me puse a seguirlo y pues cuando me di cuenta estaba dentro del bosque, menos mal que recordaba tus sabios consejos sobre como localizarse y he conseguido salir…
- Bueno hija, por esta vez que pase, pero que no vuelva a suceder, por cierto ¿de donde has sacado ese cristal que llevas colgado del cuello?
- Oh, pues el otro día cuando me fui de paseo me lo encontré cerca de la orilla de un río, y me pareció muy bonito y me lo traje para que el artesano del poblado me hiciese un colgante con el.
- Que suerte tuviste pues, esos cristales sólo se encuentran al norte de las montañas…
- ¿Si? No lo sabía, lo perdería algún nómada de los que pasan de vez en cuando por el valle vendiendo cosas.
- Sí, será eso, un nómada… Bueno, ten cuidado la próxima vez que vayas de excursión, no te vayas a perder de verdad.
- Claro que si papa, tendré cuidado.
Y Beika se fue a su cabaña corriendo, le pasaba algo con ese Tilko que no con los demás chicos, a pesar de su ropa humilde y su poco romanticismo algo había en el que le gustaba mucho.
Al día siguiente no pudo resistirse y fue a verle de nuevo, le puso como excusa a su padre que se había dejado la tripa de cordero en el camino y podía atraer a lobos y vete tu a saber que horrorosos animales, el padre le dejó marchar sin ningún problema, cosa que a Beika le extrañó.
A toda prisa subió el valle hacia el collado, pero al llegar arriba no había nadie, sólo los cristales…
- ¡Tilkoooo! ¿Dónde estaaaas?
- ¡Espera! Que estoy detrás de una piedra, ya sabes, uno tiene necesidades…
- Jajajaja, ¿nunca te voy a encontrar de alguna manera más normal?
- Tampoco es tan anormal, a todos nos toca de vez en cuando, pero tu es que eres de oportuna… - Dijo mientras salía poniéndose bien la ropa.
- Tilko… desde ayer he pensado mucho en ti… eres un chico como no había conocido…
- Jeje, ya, es que un macho del norte es como es…
- En serio Tilko… mira, toma, te he traído esto…
Y sacó un collar con dos grandes colmillos de ojo y un grabado propio de la familia del jefe de la tribu.
- Oh, es muy bonito… ¿y ese símbolo? ¡anda! Si parece el símbolo que cuentan los ancianos que llevaba el jefe de los ejércitos del sur… no serás… ¿no?
- Si… creo que soy…
- Bueno, me da lo mismo, seas lo que seas, eres la primera chica que me ha tratado bien por como soy y no por ser lo que soy.
- Venga Tilko, que importa que seas pastor… por muy hija de jefe que sea tengo igual sentimientos…
- Verás Beika, no soy pastor…
- ¡¡A POR EL!! – Se oyó un grito tras unas piedras y empezaron a saltar guerreros del sur a por Tilko. Éste, muy ágil y buen conocedor del terreno en dos saltos emprendió su huida por la empinada ladera norte.
- ¡Arqueros! ¡Que no salga vivo de aquí! – Se volvió a oír la voz, que en ese momento Beika reconoció como la de su padre.
- ¡No papa! ¡Déjale! ¡Sólo es Tilko, un pastor!
- ¿Pastor? ¿Tilko? Ese que tú ves correr es Tilkoern, hijo del jefe de las tribus bárbaras del norte, es un bastardo que te ha corrompido la mente. Menos mal que el ver ese cristal en tu pecho me hizo desconfiar y hoy te seguimos, si no igual te hubiésemos perdido…
Beika se quedó clavada del asombro, y desde ladera abajo escuchó un grito que decía “Cuando brillen los cristales nos veremos amor”.
Los arqueros del sur no lograron abatir a Tilko ya que se cubría muy bien con las rocas del terreno mientras bajaba.
El padre de Beika la llevó al pueblo, y congregó al mayor ejército desde la época de las grandes guerras entre norte y sur, y sólo tenía un objetivo, acabar con la vida de aquel que había osado hablar con su hija. Más de quinientos hombres partieron por el collado hacia el norte, mientras Beika no quería salir de su cabaña esperando que su amado supiese escapar de aquello.
A la semana volvió el ejército, apenas veinte hombres, entre ellos el Jefe. Beika, sintió por un lado que su pueblo había sido derrotado, pero una alegría manaba en su corazón de pensar que Tilko habría sobrevivido.
- ¡Papa, papa! ¿Qué ha pasado?
Su padre, con rostro serio, no le dijo ninguna palabra. Sólo cogió su mano y le dio algo envuelto en un pañuelo. Corrió con ello a su cabaña, lo abrió y vio el collar con los colmillos de oso y el símbolo del jefe ensangrentado.
Días y noches pasó Beika en la cabaña sin querer creer que su amado podía haber muerto. Sólo repetía una frase: “Cuando brillen los cristales nos veremos amor”.
La siguiente noche de luna llena Beika salió del poblado a escondidas y se dirigió al collado. Los palos con los cristales habían sido tirados por el ejército del sur, pero con las pocas fuerzas que le quedaban los volvió a poner de pie, y bajo ellos quedó tumbada, y al salir el primer rayo de luna los iluminó y empezó a ver cómo se elevaban y se fijaban en el cielo entre sus lágrimas.
A partir de esa noche en el cielo hay una cosa más, las estrellas, que recuerdan que Beika sigue esperando a Tilko en algún collado que da al norte, quizá convertida en piedra, y una noche de agosto, tal como aquella de luna llena, verás caer lágrimas del cielo, las lágrimas de Beika al cumplirse otro año de amor eterno.